Natalia estaba casada, era un matrimonio convencional y ya estaban cerca del aniversario número 15. La monotonía de su vida la estaba volviendo loca. Incluso si estaba casada con un gran amante, no estaba completa, sentía la necesidad de seguir probando cosas nuevas que, ella sabía que su marido no quería probar, tenía tantas fantasías en su mente y sospechaba que no había forma de detenerse hasta que consiguiera lo que ella quería.
Se llenó de valor y una semana antes del aniversario, le dio un ultimátum a su esposo describiéndole sus más oscuros deseos. Ricardo quedó en silencio, no conseguía articulara ninguna palabra, solo pudo responderle con un movimiento afirmativo con su cabeza.
Llegó el día del aniversario, no se habían visto en todo el día, cayó la noche y Natalia recibió un mensaje de texto de su esposo que contenía la dirección de un motel y la hora para un encuentro.
Natalia llegó al motel, se desvistió enseguida y comenzó a esperar. Estaba nerviosa y emocionada a la vez, era un ambiente cargado de sexualidad. La zona estaba rodeada de sex shops y otros moteles, se escuchaban gemidos de otras habitaciones, golpes continuos de camas moviéndose, aplausos que no eran precisamente de manos y ella en silencio, esperando su turno.
Escuchó la puerta abrirse, la voz de su esposo parecía más grave y seria que de costumbre y le ordenó apagar las luces. Natalia lo vio acercarse, de repente comenzó a sentirse muy caliente, como si estuviera estallando. La anticipación del resultado de esta experiencia fue más allá de cualquier límite, ella sintió su propio cuerpo tembloroso, más notable con cada segundo, hasta que toda su espalda y barriga se movían involuntariamente, ya estaba sufriendo el castigo de su “Maestro” sin que él siquiera la tocara. Él estaba allí, justo frente a ella, ella podía olerlo, el látex combinado con el sudor, podía oler su aliento tan cerca de ella, era cálido y espeso, rápido y pesado. Oh… él también estaba excitado.
Él trajo consigo una maletita, de la cual sacó varios dildos, de diferentes tamaños, colores y formas, consoladores, vibradores y un látigo de cuero. Ella lo sabía porque la figura de su silueta era lo único que podía notar y tenía algo en sus manos, sí, definitivamente era un látigo…
Sus senos estaban erectos y puntiagudos, por su piel recorrían escalofríos y su cuerpo ya estaba cubierto de sudor. “Ricardo, hazme tuya de una vez, me estoy muriendo” le susurró, a lo que su esposo le contestó
“¡Calla! ¿Quién dijo que podías hablar? Tu eres mi esclava y de aquí en adelante harás solo lo que yo diga.
Su esposo dejó que el látigo se deslizara por la espina dorsal de Natalia, quien estaba acostaba boca abajo, de rodillas con el culo apuntando al techo y los hombros en la cama, con los brazos extendidos hacia delante y la mejilla rozando las sabanas.
Los movimientos del látigo eran firmes con una mezcla de suaves caricias, hasta que llegó a su culo. De repente, le dio un latigazo tan fuerte que cuando el látigo aterrizó en su piel sintió la quemadura de inmediato. Ríos de electricidad corrían por su cuerpo. Para la sorpresa de los dos, estaban realmente disfrutando el momento. Natalia sentía que estaba a punto de explotar de placer, justo después de que la golpeara, ella le pidió más.
Continuará …