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Deseosa por un Dildo

Deseosa por un Dildo

Ana era una muchacha que vivía en un ambiente conservador, su familia era muy “vieja” y creció con las personas más religiosas de todo el pueblo, les gustaba ir a la iglesia todos los fines de semana y rezar antes de cada comida.

Estaba asustada y confundida porque nunca sintió que esta vida fuera la que le convenía por completo. Ella realmente disfrutaba de todas las cosas que su familia le decía que no le gustara, amaba sentirse sexualmente deseada, amaba tocarse a sí misma y continuamente buscaba experiencias que pudiera disfrutar libremente sin sentirse culpable. La única forma de hacerlo fue con otra persona. Tenía que casarse, por desgracia para ella era la única opción que tenía.

Conocía a un hombre guapo del coro de la iglesia que siempre la miraba, sabía que estaba completamente enamorado de ella, así que quería divertirse con él y seducir a alguien por primera vez en su vida.

Ella comenzó a mirarlo sin pausa y cuando él se percató, le sostuvo su mirada con decisión. Se acercó a ella y la invitó a salir.

Anna pasó todo el rato en la iglesia durante el sermón, pensando en cuanto le hubiera gustado tener en ese momento vibradores, consoladores, dildos o cualquier juguete sexual, después de ese encuentro sabía que los necesitaría. Incluso pensó que debía pasar por alguna sexshop antes de salir con el muchacho que le gustaba para comprar algunos juguetes sexuales. Pero luego recordó que estaba con su familia y debía llegar a su casa primero.

Fue a su casa, tomó una ducha, estaba excitada, nunca en su vida deseó tanto haber tenido a su alcance un dildo. Cuando salió de la ducha, se puso un vestido floreado y un perfume de rosas que era dulce y natural; dejó su cabello ondulado caído en su cadera y salió para cumplir con su cita.

En cuanto el muchacho la vio se puso durísimo al instante. Ella lo notó cuando subió al automóvil. Anna se subió el vestido mostrando sus rodillas; ella no llevaba sujetadores ni bragas. Los dos empezaron un jugueteo de miradas y roces. La tensión sexual estaba en el aire. Ninguno pudo soportarlo más así que el muchacho se detuvo en el parque más cercano y la llevó hasta el árbol más alejado y solitario del lugar.

Ambos tenían una respiración pesada, sin perder más tiempo; se vieron con una lujuria tan indescriptible que no fue necesario que comenzaran las palabras.

Lentamente acercó sus labios a los de ella, y en el instante en que chocaron, comenzó a besarla apasionadamente. Sus lenguas bailaban, mientras la vagina de Anna se volvía cada vez más húmeda. Él la tomó por la cintura y la apretó contra su cuerpo y levantó su vestido.

Sin previo aviso, el muchacho bajó sus pantalones y sacó su enorme verga, dura y palpitante pero justo antes de metérsela, sintió la necesidad de besarle el culo a Anna. La tomó por las caderas para voltearla y colocarla en cuatro. Le agarró las nalgas, apretándoselas para chuparla toda, le daría el mejor beso negro de su vida.

Empezó a lamerla y ella comenzó a gemir y moverse con espasmos.

Después de unos segundos, él la tomó por la cintura y la empujó hacia su miembro y la penetró lentamente, sintiendo las apretadas paredes de su vagina, ¡oh! Qué cosa divina, estaba tan mojada que no tuvo problemas para penetrarla.

“¿Cómo se siente mi amor?” – Preguntó.

“¡Tan jodidamente grande! ¡¡Oh Dios!! ¡Por favor no te detengas! “- Respondió ella. Él empezó a metérsela cada vez con más desespero, incrementando su ritmo cada vez más. Ella sentía cómo la verga de su amante se ponía cada vez más dura, hasta que los dos empezaron a tensarse. Se apretaban cada vez de una manera más salvaje, gemían y sentían vibraciones de placer, un orgasmo sin precedentes los dejó chorreando a los dos hasta que se desplomaron en el césped, buscando aliento de nuevo.

“Que encuentro tan bárbaro Anna” le dijo finalmente el muchacho sin nombre.

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