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Avivando un Matrimonio Parte IV

Avivando un Matrimonio Parte IV

Ricardo seguía sintiendo la lengua de su esposa, sus labios, todo el interior de su boca. Cerró los ojos para no distraerse del momento, en su mundo, solo estaba su polla y la boca que le estaba dando tanto placer. Cuando estaba recibiendo una mamada extremadamente increíble, alguien podía cortarle las piernas y él continuaría pegado a esa boca porque estaba recibiendo un placer extremo.

Después de unos minutos, estaba claro que no lo aguantaría más. Fue un milagro que no había llegado todavía. Pero después de que las interpretaciones de lo evidente fueron claras, Natalia se excitó mucho y comenzó a chupársela más y más rápido moviéndola de un lado a otro rápidamente, esperando el dulce momento, ella quería sentir toda su leche espesa en su cara y en un segundo comenzó a caer en su cara como una gran fuente, en toda su nariz y boca. Él estaba tan sorprendido como ella, secretamente pensó que nunca había corrido tanto antes, parecía una majestuosa cascada de placer. Él seguía gimiendo y ella lamiéndose su propia cara, expresando su placer con infinitas expresiones de excitación fuera de este mundo. El pulso de Ricardo se elevó mientras veía cómo Natalia se tomaba todos sus jugos con tanto placer, lo que hacía su orgasmo aún más celestial.

Justo cuando Ricardo terminaba su clímax, Natalia se tragó la polla de nuevo solo por diversión, aprovechando los últimos segundos de esa erección que estaba decreciendo. Pudo notar su boca llena de leche, mientras jugaba con su lengua. Observó cómo ella engulló todo el contenido de su boca. Aun con gotas de semen en sus mejillas. Natalia le dejó la polla limpia, brillante y seca, sin perder ninguna gota de semen.

Ricardo desató a su esposa y le quitó la venda de los ojos. Sin dirigirle la palabra comenzó a vestirse, la miró de soslayo, como si no fuera nadie, como si no la conociera. Simplemente volvió a meter todos los dildos que compró en una sex shop cercana, de vuelta en su maletita y se fue, sin decir adiós.

Ella se quedó allí, mirándolo fijamente hasta que salió por la misma puerta donde entró, y de repente se encontró en la habitación vacía y se quedó allí, por un largo tiempo, tratando de hacerse creer lo que acababa de pasar. Se sentía ligera como una pluma, no podía dejar de sonreír, sentía todavía el ardor de los golpes, el dolor en su entrepierna, todo valió la pena.

Su propio esposo le dio la cogida más maravillosa de todos los tiempos y cuando terminó con ella, la dejó allí. Ella no se sintió humillada, se sintió libre. Finalmente, llegó el momento de follar libremente, y llegó sin una gota de culpabilidad.

Ella estaba feliz y ya deseaba su próximo aniversario para que se repitiera todo, otra vez. Este encuentro había salvado su matrimonio monótono. Y decidió dejar estos eventos especiales para cada aniversario.

Con ese pensamiento entró a la ducha para escurrir con el agua, todos los jugos de esa noche. Dejando esos recuerdos entre esas cuatro paredes, mientras seguía escuchando gemidos que llegaban de otras habitaciones, pensando que seguramente, los gemidos de ella también se habrían escuchado en todas las demás habitaciones del motel donde estaban.

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