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Daniel y Sebastián

Daniel y Sebastián

Somos esa pareja modelo, los que se aman por muchos años, los jóvenes guapos que se encontraron el uno al otro y son eternamente felices.

Es verdad. Claro que somos esa pareja. Es perfecto. Es hermoso. Si solo dejaran de preguntar el secreto para mantenernos juntos, quiero decir, a mi modo de ver es bastante obvio y bastante simple. Si, la comunicación es importante, pero más importante aún es el sexo.

Salvaje, alocado, intenso, romántico, suave, como sea. Hay mil maneras de tenerlo y siempre una preferida.

Claramente me encanta el pene de Daniel, tiene el tamaño, el grosor y el ángulo perfecto. Me encanta ponérselo duro, en especial cuando lo introduzco en mi boca, lamiendo la cabeza y chupando sin cesar hasta que sus venas empiezan a rebosar a través de su tronco.

En ese punto, justo en ese punto y no antes ni después, me bajo los pantalones en donde sea que estemos, cocina, cama o sala. Me pongo en cuatro y le expongo mi delicioso culo que tanto le gusta penetrar. Me sacude cada vez que entra, siento el poder de un caballo dentro de mí, su fuerza imperiosa apoderándose de mi cuerpo, chocando contra mis nalgas, cada vez más duro, cada vez más placentero.

Me volteo, llevo mis piernas hacia mis hombros y él se acuesta sobre mí, me besa, me echa su aliento en la cara, su barba rasguña mis mejillas mientras sigue penetrándome cada vez con más deseo, haciéndome suyo, mientras siente mi miembro en sus manos al mismo tiempo. Yo busco palpar su ano apretándome más hacia él, tal cual un contorsionista, meto un dedo, luego dos y luego, después de verle una cara de placer explosivo, introduzco su juguete sexual preferido, bolas anales. Con cada penetración, voy introduciendo una, así, Daniel baja el ritmo pero aumenta la intensidad.

Me da duro, choca contra mí de principio a fin con empujones vigorosos pero pausados, le gusta apretar sus esfínteres para sentir cada bola dentro de él a la vez que entierra su miembro en mi culo apretado y palpitante. Cuando quiero llegar con él, al momento que siento unas ganas urgentes de liberar mi fuente blanca, halo hacia afuera toda la cadena de bolas que estaban introducidas en su culo, así Daniel y yo nos bañamos mutuamente del dulce néctar de la vida, mientras más intenso lo que sentimos, más de nuestros jugos espesos liberamos.

A veces acaba dentro de mí, dejándome chorreando todos los muslos como una cascada que cae desde mi culo, para luego besármelo haciéndome estremecer aun luego de mi orgasmo.

Otras veces se masturba sobre mis abdominales, rociándome como una lluvia tibia bajo el seco verano, dejándome sentir gotas pesadas caer sobre todo mi cuerpo. Pero ¿cómo describirles todo esto a nuestros más preciados amigos?

Sería completamente alarmante, la escapatoria más rápida es recurrir a lo formal, a lo que esperan escuchar para sonreír y asentir alegres, orgullosos de tener aun esperanza en el amor porque nosotros somos el vivo ejemplo de lo que define a una pareja. Si supieran todo lo que me imagino cada vez que me preguntan algo así.

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