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El Comienzo de una Exploración Atrevida Parte II

El comienzo de una exploración atrevida Parte II

Quería explorar mi sexualidad desde hace mucho tiempo, liberarme y disfrutar a plenitud todo lo que siempre fantaseé. Con esta idea presente constantemente en mi cabeza, decidí desarrollar un plan de acción, le conté a una amiga y me recomendó a Daniel así que no tardé en llamarlo. Toda mi vida me había atraído la idea de sentir el erotismo extremo del BDSM. Me imaginaba atada a una cama, con los ojos vendados, desnuda, a la merced del misterio de no saber lo que me esperaba.

Llegué a una dirección que mi Maestro me había dado, con todos los juguetes sexuales que compré en la sex shop. Pronto subí al apartamento y busqué una llave en un sitio previamente indicado. Entré, todo estaba oscuro, no sabía si había alguien adentro o no, pero no podía prender las luces. Me desvestí apresuradamente y me agaché inclinando mi cabeza sobre mis rodillas.

No supe cuánto tiempo duré de esa manera. Mis músculos empezaban a acalambrarse y ya la desesperación me invadía con cada minuto que pasaba. Estaba nerviosa, sudaba sin parar, mi respiración cada vez era más precipitada, las dudas llegaban de repente nublándome la mente “¿Qué hago aquí?

Realmente esto es lo que quie—…? Mi pensamiento se vio interrumpido por unos pasos que se aproximaban desde la sala. Se me hizo un nudo en la garganta, el miedo no me dejaba hablar, mi pulso se disparó, mis manos estaban heladas. Solo permanecí allí inmóvil, escuchando los pasos cada vez más cerca de mí y de repente, una mano se posó bruscamente sobre mi hombro, apretándome con fuerza y levantándome de un solo golpe.

Sentí que tomó mi mano derecha y me empujaba para que diera algunos pasos hacia delante, me detuvo y levantó mis brazos, juntó codo con codo y me ató con las esposas que compré en la sex shop juntándolas con una cadena que probablemente caía del techo. Sentí que me vendó los ojos y me dejó sola, otra vez, en silencio, la inquietud se apoderaba de mí. Movía mi cabeza hacia todas las direcciones, en vano, tratando de encontrar una respuesta. Poco después escuché un “click” que encendió las luces. Todo mi cuerpo temblaba sin parar. No podía controlarme. A pesar de que hacía calor, sentía un frío atroz dentro de mis entrañas. Necesitaba desesperadamente que algo pasara.

Después de algunos minutos, sentí el frío de un látigo de cuero bordeando mi cintura, acariciándome mientras daba toda la vuelta por mi cuerpo. Mi excitación no tenía límites, estaba increíblemente caliente. De repente sentí cómo el látigo se alejó de mí para rápidamente aterrizar en mis nalgas, fue un golpe placentero, sin lastimarme en lo absoluto. Solté un gemido sin darme cuenta, quebrantando el silencio absoluto que reinaba en la habitación.

Acaso te dije que emitieras algún sonido? Te estás portando mal, muy mal – me dijo Daniel.

Perdón, Maestro – le respondí.

Otro latigazo cayó en mis nalgas de nuevo, mucho más fuerte. El ardor del dolor recorría todo mi cuerpo.

¿Te dije que hablaras? Me replicó de nuevo.

Esta vez no respondí.

Continuará….

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