Siempre fui una chica introvertida pero con una imaginación bien activa. Desde la adolescencia nunca fui de las que saben expresar lo que realmente desean. Mis expresiones serias espantaban a todos los chicos que me interesaban, así que lo único que me quedaba en mi soldad era mi imaginación y en ultimo termino, la masturbación. Mi mirada pronto se volvió profunda y seductora sin yo saberlo, pero solo aquél que sabía observar los detalles de la vida, podía darse cuenta.
Así fue como lo conocí. Me había acostumbrado a estar sola y apartada de la multitud, sentada en cualquier esquina, de repente llegó una persona y se sentó a mi lado, me pareció un poco curioso pero después de un minuto dejé de prestarle atención hasta que sentí su mirada fija sobre mí y automáticamente volteé encontrándome con los ojos más impactantes que había visto hasta entonces. Eran negros como la noche, brillantes y feroces, me veía de una manera retadora, con una sonrisa torcida dibujada en sus finos labios y me dijo hola, no hubo respuesta de mi parte, solo una mirada sostenida. Él lo entendió.
Se paró y se acercó a mí estirando su mano, yo la tomé y sin saberlo me dirigía al mejor encuentro de mi vida. Pasamos al lado de una sex shop justo antes de llegar a un pequeño apartamento, eso me prendió enseguida, automáticamente me imaginé a Carlos utilizando algunos juguetes conmigo.
Apenas cerramos la puerta, Carlos se acercó poco a poco arrinconándome contra ella, sentía su cuerpo contra el mío mientras mi corazón se aceleraba cada vez más, su boca se iba acercando a la mía hasta que sentí su aliento húmedo en mi cara, no pude controlarme más y estiré mi cara para finalmente tocar sus labios, él me los rozó de lado a lado hasta que me clavó sus dientes en el labio inferior y lo jaló hacia él mientras me apretaba los senos de una manera delicada pero firme.
Poco a poco me fue levantando la camisa, la tiró al suelo agresivamente, tomó mi cara con sus dos manos y me clavó un beso intenso, su lengua danzaba en un vaivén de placer exquisito, mi vagina empezó a lubricarse, palpitando de deseo, así que también lo desvestí, me quité el sostén y empezamos a sentir el roce de nuestras pieles cuando se juntaban, era algo que me encantaba y me excitaba de una manera que nunca antes había ocurrido. Descubría todas estas sensaciones de un momento a otro, lo que intensificaba nuestro encuentro.
Carlos me cargó y yo deslicé mis piernas alrededor de su cintura, se aproximó al sofá y me acostó allí para quitarme los pantalones, lo cual hizo con una velocidad impresionante, por alguna razón empecé a jadear cada vez con más esmero, en la espera de que me penetrara con su gran pene erecto.
Se acostó a medias encima de mí y con una mano, fue introduciendo su miembro dentro de mí.
Continuará …
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