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Rutina Interrumpida

Rutina interrumpida

Mi esposo y yo empezamos a hablar. ¿Por qué limitarnos a experiencias sexuales estándar cuando tenemos un abanico de posibilidades por explorar? Sobre todo yo quería mezclar un poco nuestra rutina sexual con algunas aventuras y misterio, para mantener las cosas frescas dentro de nuestras sabanas.

Armé un calendario de nuevas experiencias que quería probar con él y para esto necesitábamos una variedad de juguetes sexuales que elegí cuidadosamente. Fantaseaba día y noche mientras organizaba nuestros encuentros para el mes siguiente, y valió la pena cada minuto de espera. Cuando ansías algo que te emociona tanto, cuando al fin lo tienes, lo disfrutas el doble.

Soy una mujer de 25 años, mi esposo tiene 28 y tiene un pene suculento, le encanta que brinque sobre él sobre todo porque ama ver mis senos rebotando al ritmo en que me penetra. Si nuestros encuentros sexuales ya eran picantes, añadiendo mis ideas, serían adictivos. La primera semana, lo sorprendí cuando llegó del trabajo. Lo esperé bajo la luz de las velas, completamente forrada en látex negro y botas altas de cuero, un látigo pequeño en mis manos y vendas para sus ojos. Quedó sorprendido, fui caminando decidida hacia él y le arranqué la ropa de una manera seductora y violenta a la vez. Le di unas cuantas nalgadas con el pequeño látigo y lo mandé a la cama, sería mi esclavo sexual para la noche.

Tenía lubricante cerca de la cama, varios vibradores, esposas, aceites y lociones. Lo complací con un masaje, luego lo até y le tapé los ojos para chuparle su grandioso y exquisito miembro, duro y listo para mí. Tragándome toda su leche cuando pronto, acabó en mi boca. La siguiente semana, le coloqué un anillo vibrador en su pene, y seguidamente me monté encima, era una sensación nueva y excitante, me estimulaba completamente el clítoris mientras su pene alcanzaba mi punto G, me movía lentamente mientras él disfrutaba de mis tetas, un paraíso para él.

Sabía que esa era mi posición favorita y me sorprendió con un pequeño regalo, compró un estimulador anal y me perforó lentamente con él. No pude aguantar mucho más de esa manera y viéndome así, él tampoco. Me apretaba los senos empedernidamente con su mano libre, me anclaba sus labios en mis pezones, duros y erectos mientras mis jugos chorreaban sobre su pelvis, empapando el anillo que cada vez que me rozaba me daba aún más placer.

Las sábanas se sentían húmedas, empezamos a sudar y a acelerar nuestro ritmo y de un momento a otro, los dos nos vinimos en un sentimiento puro y elevado. Lo exprimí de tal manera, que sus huevos quedaron más pequeños, recogidos hacia dentro, con su pene aun chorreando su espeso líquido. Una imagen totalmente hermosa para mí. Al parecer estábamos poniendo picante, cada vez más, nuestra vida sexual. Cada semana era un nuevo plan, una nueva experiencia, orgasmos intensos. Recordando nuestra adolescencia y nuestros tiempos de oro, había vuelto la emoción, ahora nuestra rutina, era el cambio constante.

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